Las dos de la madrugada
desde la torre cayeron,
como dos gotas redondas
y cuajadas de silencio.
Callaron los azahares
la música de sus sueños ;
quedó el aroma en los aires
mudo y quieto.
La brisa plegó las alas
y se arrodilló en el viento
al lado de los arcángeles
invisibles del silencio.
Todas las cosas tenían
puesto en sus labios el dedo.
El tiempo iba de puntillas
arriba entre los luceros.
Por la dos hojas abiertas
salían los nazarenos ,
mudos,sin labios siquiera,
dos ojos sólo en los negros
capuchones,como príncipes
hechizados del silencio.
Llevan un cirio en la mano,
y porque no cante al viento
le ha dado en su cera negra
sordina al chisporroteo.
Pisan,pero las pisadas
son sobre alfombras de sueños;
se oyen como si pisaran
sobre el viento.
Y van pasando las filas
-cuentas de un rosario inmenso-
que en el hilo negro enhebra
de media noche el silencio.
Y van pasando las cuentas
por sus invisibles dedos,
y hay un reguero de lágrimas
de los cirios soñolientos.
¡Ay ,que me duelen los oídos
y duele,sin ruido el viento!
Pero,callad,que ya sale
por la puerta el Nazareno.
Con el madero en brazos
y la soga atada al cuello.
¡Callad,callad,que es el Rey del
Silencio!
Lleva los dos labios mudos ,
pero los ojos abiertos...
¡Ay,palabras de esos ojos!
¡Mudez de esos labios secos!
Callas,y escucho tus quejas,
Verbo hecho carne y silencio.
¡Háblame ,Dios mudo,que oigo
tu relámpago y tu trueno!
(Ramón Cué)
Texto extraído del libro:"Cómo llora Sevilla."